Apareciste, viniendo a mí
Aunando todos mis deseos,
Lo que alguna vez amé y soñé.
Y ahora me tienes preso.
Mas me gusta el suave olor de los barrotes.
Huelen bien. Son frescos.
Es la fragancia de la demencia.
Hechos de líricos pétalos delicados,
Por quienes aún corre el agua.
Rojos sangre, rojos vino.
Pasión.
Muero pues tocarlos no puedo,
Ojalá pudiera.
Estoy excitado, es el olor de la jaula,
El olor de tu gélido y azul aire soviético.
Vienes de las montañas y las estepas, hija de la madre tierra,
Con la piel fina y la sonrisa triste.
Fría.
Rio, lloro, tiemblo y apenas duermo.
Salto, canto, bailo y chillo.
¡Libérame!
Doy vueltas y más vueltas.
¡Ay, amor!
Tú, incrédula y devota,
Y yo, loco sin razón.
Dame una sola sonrisa,
una sonrisa y una palabra dulce;
y yaceré tranquilo.
¡No sin antes haberte amado!
Antes, durante y después.
Siempre.
Con brava furia española y suave delicadeza catalana.
Saldré de este desasosiego,
Abrazando, comiéndome los pétalos,
Tocándote y besándote.
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