jueves, 15 de enero de 2009

El Sordo

El día empezó como cualquier otro para él, aunque por fortuna ya era viernes, salió de la cama con un beso a su amada. Y a su mujer también. Iba rezando:

-¡Ay si pudiera quedarme aquí todo el día,
tumbado sin hacer nada, que feliz sería! Te juro que uno de estos días no habrá quién me levante-.

-¿Qué dices cariño?- respondía la mujer soñolienta.

-Nada, nada. Estoy harto de ir a trabajar, que me encantaría quedarme contigo-.

-Quédate, si en realidad no tienes que ir…-.

Pero el deber le llamaba, había que ir a ganarse el pan, y después de su pequeño ritual de aseo y provisionamiento de cada mañana, ya estaba en el coche listo para ir a la oficina.

Debido a sus crecientes problemas de audición nunca se ponía la radio en el car y transcurría el viaje sumido en sí mismo, cabe decir que hablamos de un hombre tranquilo, parsimonioso, un hombre que sabe apreciar el silencio.

Veinte minutos después llegaba a su oficina:

-Hola Francisco –saludaba uno de sus compañeros.

-Que Francis, ¿No tienes bastante? Oye en serio, no creo que debieras estar aquí…- decía el otro.

-Sí, sí. Ya voy ¿Es que uno no puede tomarse un café tranquilo?

-Yo sólo decía que…-.

-¡Ay qué juventud! Lo quiere todo al instante, ¡Ya voy!, ¡Ya voy! De todos modos hasta dentro de un rato no tengo que hablar con nadie-.

-No sabía que hubierais quedado, en ese caso buena suerte-.

Y se dirigió a su cubilete a empezar su tarea. Mal lograda pues consistía en hablar con proveedores y clientes. Hacía cosa de dos años que empezó su sordera y últimamente se había acrecentado con lo que iban empeorando las negociaciones y los tratos. Él seguía tranquilo.

-¡Sr. Gutiérrez!, ¡Otra vez por aquí!, ¡Qué demonios es lo que hace!-.

-¡Hombre! Nada, lo de cada día-.

-¡Le espero en mi despacho dentro de quince minutos!-.

-¡Como guste!-.

Así que después de la primera llamada de negocios del día, se presentó sin más demora y con una ancha sonrisa en el despacho de su superior.

-Francisco, siéntese ¿Se encuentra usted bien?-.

-Perfectamente señor, gracias-.

-No, no me las de-.

-…¿Quería verme?...-.

Con esta inocente pregunta se efectuó un cambio visiblemente radical y agresivo en el cuerpo y alma del señor Vallcorba. Y gritóle:

-¡No!, ¡No quiero ni quería verle!, ¡Señor, cómo se puede ser tan absurdo!, ¡Ése es el problema!, ¡Cómo hacer para que lo entienda!, ¡Llevo toda la semana diciéndoselo y usted hace caso omiso de todo!-.

-¡Oiga!- Alzó la voz Francisco - No le permito que me hable así, en ningún momento le he faltado yo al respeto. No tengo porque aguantar estas impertinencias- .

Se enrojeció mientras se levantaba de la silla con intención de irse de la sala, pero que Francisco se acelerara, produjo un efecto sedante en el señor Vallcorba hasta el punto en que se puso a reír a carcajadas.

-Señor, si no es más explícito y normal en su comportamiento me será imposible entenderle- Arguyó perplejo Francisco.

-No amigo no, lo que pasa es que es usted más listo que el mismísimo Diablo- y mientras empezaba el discurso se levantó de su sillón y rodeo una y otra vez la habitación, apoyándose en el respaldo del sr. Gutiérrez, mirando por la ventana, haciendo girar la bola del mundo…- claro que me entiende, lo leo en sus ojos, ambos sabemos porque está aquí y la verdad es que me impresiona, si realmente de mí dependiera le digo que se quedaría conmigo toda la vida, lo que usted hace denota un gran sentido del humor, ¡Jajaja! Se puede decir que en esta semana le he conocido mucho más a fondo que en los escasos años que llevo siendo su jefe, podríamos ser amigos incluso ¡Maldito embustero, usted se las sabe todas! ¡Perro viejo, usted está loco! Pero por favor… No me lo haga más difícil, ya no se cómo decírselo y verle por aquí todos los días… Desde el lunes que le persigo repitiéndoselo, el lunes nada más llegar, el martes a la hora de comer, el miércoles cuando ya me iba, ¡Ayer se lo dije tres veces! Y usted me responde con sin sentidos: que si ya se lo daré, que si no se preocupe, estoy trabajando en ello, que si antes que acabe la semana me quedaré satisfecho, que si esta semana estoy especialmente pesado… Compréndalo, no soy yo el responsable, pero me toca hacérselo saber, así que por favor, entiéndalo: Queda d-e-s-p-e-d-i-d-o-.

-¡No puede ser!, ¡Era eso! Sé que los negocios, negocios son ¿¡¿Pero tanto jaleo es capaz de armar usted por esto?!?, ¡No se preocupe!, ¡Jajaja! No erraba cuándo le decía que sí que estaba pesado, entienda que bajo presión es más incómodo trabajar, pero no se preocupe, ya le dije que quedaría contento con el resultado- Y sacándose una hoja doblada del bolsillo del jersey dijóle- ¡Aquí tiene el maldito pe-di-do leche! Y con un cinco por ciento de descuento, con el beneficio anual que conlleva así que, ¡Ale! Y deje de incordiar hombre, ¡Hasta la semana que viene!-.
Y con una sonrisa de satisfacción mayor que con la que entró en el despacho, fue hacia su cubilete, y reanudó sus tareas.

2 comentarios:

Shakespirit dijo...

Ingenioso ,gracioso y ,como no, impregnado de demencia. Bravo!

Shakespirit dijo...

la lectura que me recomiendas me la apunto en la lista pendiente. Veré si me inspiró y abarcó el tema del agua, tengo un par de poemillas mas,ya los publicaré.me despido declarandome en espera de nuevos cuentos.un abrazo