lunes, 2 de febrero de 2009

DANIIL Y LA REUNIÓN.

Daniil iba a casa de sus abuelos como el condenado que ha de cruzar la milla verde, cabizbajo y sin aliento de esperanza alguno. Consideraba que eso sí era la crónica de una muerte anunciada, sabía que su empresa no resultaría y se preguntaba a sí mismo si realmente era necesario molestarles a todos.

-Aniuska siempre quiere que todo salga según lo previsto, pero no hay previsiones favorables respecto a los pisos. Debería entrarle en la cabeza de una vez... Aunque en cierto modo no le falta parte de razón, llevamos ya más de cinco años juntos ¿Cuánto más deberíamos esperar? Ya toca empezar a pensar en formar nuestra propia familia, nos veo capaces, soy un tío serio yo, no como mi hermano por ejemplo que ni se puede valer por sí mismo, yo tengo un trabajo estable, ella es profesora, y con los pisos podríamos mantener a un chico ya, y es cierto que si esperamos mucho más no nos disfrutaremos igual, tanto los niños como nosotros como padres. Lo que pasa es que a veces dudo de que pudiera ser una buena madre, o que lo que ganara como madre lo perdiera como esposa, si hay algo claro es que es frágil, y si no estuviese conmigo no encontraría a nadie capaz de aguantarle sus ataques de histerismo… Aunque mirándolo bien, ¿Quién me va a querer a mí más qué ella? Estamos hechos tal para cual, ¡Si ha sido la única mujer en mi vida!, no tuve ni una amiga hasta que la conocí. Saca lo mejor que hay en mí eso está claro, ¡Y qué Diablos, ni que nadie fuese perfecto!, ¿Qué tiene bajones de vez en cuando?, ¡Y quién no los tiene hoy en día!, Si vivimos en un mundo cada vez más loco… En fin, debo empezar a pensar la manera de cómo sacarle el tema a mi abuela… No es fácil, ¿Con qué derecho me planto allí y les digo que me den lo que me tocaría de herencia, que ya me he cansado de esperar?, además, si acceden, saltarán todos, seremos la piedra detonante de la familia… Piénsalo bien, todos los hijos querrían su parte, habría un conflicto de tres pares de narices… No sé porque me dejo enredar de esta manera, le debería haber pedido un poco de paciencia… Espera un momento… ¿Y si tuviéramos el hijo sin tener los pisos? Está claro que deberían ayudarnos, sería una iniciativa suya y nadie se quejaría puesto que es algo bonito ¡El niño distraería la atención y todo fluiría como por orden natural!, ¡Sí, sin duda!, ¡Hete aquí la solución!, ¡Es mucho más sensato!, ¡Se lo voy a proponer a Aniuska de inmediato!- (Todo esto pensábalo mientras le asomaba una sonrisa de oreja a oreja por la última conclusión, y sin darse cuenta ya estaba en casa de su madre, ya dijimos que vive anexionada a casa de los abuelos, que es dónde iba en un principio a hablarles de los pisos).

Llamó al timbre y esperó. Fue Aglaya quién le abrió.

-Hola Señorito Daniil- dijo con una sonrisa encantadora- su madre estará contenta de verle. Siempre me dice que no viene lo suficientemente a menudo, ¿Cómo está la señorita Vegoff, debe de estar corrigiendo exámenes ahora, verdad?, ¡Oh! Perdone, ¡Pero dónde son mis modales!, por favor pase, ¡Adelante, adelante!-.

Todo el mundo estaba enamorado de Aglaya Semionovna, tal vez fuera el brillo eterno en sus ojos, o el que fuera tan preciosa y tan bonita, tan cándida e inocente, tan jovial y amistosa, o tal
vez fuera por todo a la vez. Lo cierto es que al verla, todos los corazones se empequeñecían por vergüenza, por no ser dignos de sus atenciones y al mismo tiempo los ensanchaba, pues cualquier contacto con ella era revitalizador, sanador, era la más hermosa flor del jardín del edén. Y aún sabiéndolo, no era en absoluto pretenciosa, sino que realmente sentía no ser merecedora de atención alguna, lo que aún ensalzaba más su belleza.

-Gracias Aglaya, Ani está bien. Te manda recuerdos, siempre le caíste en gracia. Y por favor, llámeme Dan que ya son muchos años- mientras se quitaba el abrigo preguntó por su madre- ¿Y bien, dónde está mi madre?