domingo, 13 de septiembre de 2009

Doce de diciembre

Ya noté algo raro al despertarme hoy. Tuve el mismo dolor en la cabeza que ayer. Podría haberme levantado hacía ya horas, pues ya estaba despierto, pero como ayer, me quedé tumbado en la cama, tratando de engañar al dolor con posturas cada vez más raras. Como ayer.

Entonces me levanté, renqueante, y al salir de la habitación me tropecé ¡Otra vez! Y es que cada mañana me doy con la misma pata de la mesa, en el mismo dedo del pie, el meñique ¿Por qué me da la sensación de haberlo vivido ya todo? No diré que lo viví el pasado doce de diciembre por ejemplo. ¿Acaso puedes decir que el cinco de mayo, soñaste que gracias a ti, tu equipo ganaba la copa del mundo? Pues igual me pasa a mí ahora. Sé que lo he vivido. Y más de una vez. Pero el cuándo empezó este siniestro bucle, no señor, no puedo decírtelo porque no tengo ni la más remota idea.

Al bajar a desayunar, sé que en la cafetería no tendrán cruasanes de chocolate, que los están haciendo. Así que como ayer me pediré una madalena para acompañar al café. Me lo dice la panadera con solo entrar: -Los cruasanes se están haciendo, pero si quiere le pongo lo mismo de siempre, que se ve que le gusta, ya son tantos días. Señor- Dije que sí, y me pusieron un café y una madalena.

Al coger el periódico, veo la misma portada de ayer, escombros en un país lejano, el ídolo deportivo de nuestra nación sonriendo, y los políticos acusándose unos a otros. Así que como ya me las sé, las noticias, cierro el periódico y me voy del lugar.

Y al mirar al cielo me doy cuenta de que vuelve a ser navidad. Otro día de navidad, como tantos otros. O al menos eso dicen las luces que cuelgan de farolas y árboles. Es una navidad eterna, pues juraría que ya hace meses que están colgadas.

Quizá es que, como cada año, adelantan el momento de poner los adornos, y eso los cuelgan antes. Habrá un año en el que ya ni siquiera los quitarán. Y a partir de allí, siempre será Navidad.

Pero dudo de que sea este el caso, para ser sincero me siento atrapado, hay algo confuso en todo esto, siento y creo que pienso lo mismo cada día. Me levanto doliéndome la cabeza, con el mismo pie, que es el mismo que me lastimo al salir de la habitación, y el café siempre está a la misma temperatura. Parece como si no avanzásemos, que día tras día pasase siempre lo mismo. Que hoy es el ayer, el anteayer y el mañana.

¡Ay, pensar en esto me asfixia, estoy seguro de haber hecho y pensado todo esto con antelación!, ¡Me mareo! Poco a poco me va costando más y más respirar. Reconozco esta sensación, ya la he tenido anteriormente, me estoy ahogando, necesito hablar con alguien, y preguntarle donde estamos, y lo más importante, cuándo. Recuerdo el empezar a sudar también, como ahora, y la angustia, esto también lo he vivido. Así que medio desmayándome, mareado, paro al primer viandante, un hombre mayor y feliz, y casi sin aliento le pregunto; -Buen hombre, podría decir… Podría decirme, ¿Cuándo llegaremos al final?-

En el mismo momento en que le hice la pregunta, la encontré absurda, desde luego no era eso lo que le quería preguntar, pero él, el hombre más alegre del mundo, me dijo, siempre con la sensación de haberlo oído ya: -¡Jajaja!, ¡Marcos!, ¡Le diré lo de siempre, lo mismo que le dije la primera vez, pero no se me vuelva a desmayar, eh!: ¡Ya nunca!, ¡Yo tan siquiera debería de seguir vivo!, ¡Pero hombre!, ¡Por favor, no me haga de nuevo el numerito!, ¡Marcos!, ¡Marcos!-

En ese instante yo ya solo podía escuchar los lejanos ecos de los gritos de mi contertulio, la visión se me nublaba exponencialmente, le veía a él, intentar agarrarme, enderezarme de alguna manera, el mareo se agudizó, y en cuestión de segundos quedó todo difuminado.

Al despertarme, justo al despertarme, el médico me dijo: -Tiene usted suerte, Marcos. A pesar de la contusión, está y estará usted bien, no se preocupe. Le mandaré a casa, como cada día. Y muy a mi pesar estoy seguro de que mañana le volveré a decir lo mismo-.

Medio aletargado conseguí entender sus palabras pero no comprender lo que me decía.

-Marcos, ahora escúcheme bien, por favor, trate de recordar. Haga un esfuerzo. Yo lo que tengo que hacer es venir a trabajar como cada día, pero usted seguro que tiene cosas más importantes que hacer que yacer inconsciente durante todo el día en una cama de hospital. ¿Sabe porque estaba yo aquí cuando usted se despertó? Porque no es la primera vez que viene. Sé el momento exacto en el que se cae en la calle, el minuto en el que me lo traen aquí al hospital, sé el número de puntos que le tengo que aplicar, y el segundo en el que se despierta. Hay gente a quién le gusta vivir así, como el hombre que le trae aquí cada día, se ve que ya le está bien, pero a mí me gusta curar a mis pacientes, y me es imposible si siempre se desmaya a la misma hora. No avanzamos Marcos, se lo pido por favor, atiéndame; mañana por la mañana no se apure, que no le entre el pánico, ¡Todo le será mucho más fácil, e incluso es posible que pudiera cambiar algo, que la angustia le desapareciese si se da cuenta de que vive en una repetición!

lunes, 7 de septiembre de 2009

La locura del amor

Apareciste, viniendo a mí
Aunando todos mis deseos,
Lo que alguna vez amé y soñé.
Y ahora me tienes preso.

Mas me gusta el suave olor de los barrotes.
Huelen bien. Son frescos.
Es la fragancia de la demencia.
Hechos de líricos pétalos delicados,
Por quienes aún corre el agua.
Rojos sangre, rojos vino.

Pasión.

Muero pues tocarlos no puedo,
Ojalá pudiera.
Estoy excitado, es el olor de la jaula,

El olor de tu gélido y azul aire soviético.
Vienes de las montañas y las estepas, hija de la madre tierra,
Con la piel fina y la sonrisa triste.

Fría.

Rio, lloro, tiemblo y apenas duermo.
Salto, canto, bailo y chillo.

¡Libérame!

Doy vueltas y más vueltas.

¡Ay, amor!

Tú, incrédula y devota,
Y yo, loco sin razón.
Dame una sola sonrisa,
una sonrisa y una palabra dulce;
y yaceré tranquilo.

¡No sin antes haberte amado!

Antes, durante y después.
Siempre.
Con brava furia española y suave delicadeza catalana.

Saldré de este desasosiego,
Abrazando, comiéndome los pétalos,

Tocándote y besándote.