viernes, 3 de octubre de 2008

El reloj

Tengo miedo de la hora.
No quiero mirar el reloj pero no consigo quitármelo de encima.
Oigo el inacabable tic tac, lo siento, son mis palpitaciones y me llegan hasta la cabeza.
Y mientras tanto el tiempo corre.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac…
El maldito reloj de pared pretende volverme loco.
Y por si fuera poco, no cesará. Nunca, nunca más.
Tan majestuoso y a la vez tan cruel.
¡Detente!, ¡Detente, maldito seas!, ¡Detente!
Pero la única respuesta que recibo es otra vez el incesante tic tac.
Tic, tac.
Me acurruco con mi manta deshilada en el rincón más arrinconado de la habitación. Cual animal de bola. Un frío azul traspasa las cortinas y llena el cuarto de una helada penumbra. Estoy débil y febril, largo tiempo llevo así, con sudores fríos y taquicardias.
Escalofrío y angustia.
Y más tic tac.
Oigo a un pájaro posarse en una de las ramas del árbol de la acera.
Mi memoria no me miente, el sonido es indudablemente de cuervo.
Sabe que estoy asustado, y se ríe de mi pavor.
¡¿Con que pretendes saberlo todo eh, cuervo infernal?!
¡No te me llevarás contigo!
¡Te sobreviviré!
Y acto seguido me levanté con decisión, no sin tambalearme pues tiempo ha que estaba reprimido en la esquina más oscura de la habitación.
Cogí el primer objeto contundente que encontré en el escritorio, un busto de Alfonso décimo y me puse en marcha hacía el reloj para destruirlo.
Con andares pesados conseguí llegar hasta la mitad del camino, pero el tic tac y la risa del cuervo se hacían cada vez más fuertes, eran venenos para mí, sudaba y temblaba como nunca y me fijé que a medida que me acercaba, el reloj aumentaba su tamaño, era enorme, descomunal, monstruoso.
A cada paso que daba, él se hacía el doble de grande. Y el péndulo se balanceaba amenazante, parecía que me sacase la lengua y se burlase. Me paralizó.
El tic tac ahora convulsionaba todo mi cuerpo, el cuervo se posó en mi cabeza y me la empezó a picotear, no me importó, ni lo noté.
Se me cayó entonces el busto y se rompió.
El hechizo del reloj me absorbió por completo.
El tic tac rebotaba por todo mi interior, noté como me explotaba una sien.
Caí al suelo de rodillas ante semejante presencia y las arcadas se abalanzaron una tras otra, vomité entonces sin parar hasta ahogarme en él, en mi propio vomito.

1 comentario:

Shakespirit dijo...

¿Que ése reloj titánico no pause los escritos!, espero tu siguiente movimiento.